Hay un hombre escondido, mira con un solo ojo de cíclope eficiente, son minúsculas cosas, sangre, gotas de agua, mira y escribe o cuenta, allí en la gota circula el universo, la vía láctea tiembla como un pequeño río, mira el hombre y anota, en la sangre, mínimos puntos rojos, movedizos planetas o invasiones de fabulosos regimientos blancos, el hombre con su ojo anota, escribe allí encerrado el volcán de la vida, la esperma con su titilación de firmamento, cómo aparece el rápido tesoro tembloroso, las semillitas de hombre, luego en su círculo pálido una gota de orina muestra países de ámbar o en tu carne montañas de amatista, temblorosas praderas, constelaciones verdes, pero él anota, escribe, descubre una amenaza, un punto dividido, un limbo negro, o identifica, encuentra su prontuario, y ya no puede escaparse, pronto, en tu cuerpo será la cacería, la batalla, que comenzó en el ojo del laboratorista: será de noche, junto a la madre la muerte, junto al niño las alas del invisible espanto, la batalla en la herida, todo comenzó con el hombre y su ojo que buscaba en el cielo de la sangre una estrella maligna. Allí con blusa blanca sigue buscando el signo, el número, el color de la muerte o la vida, descifrando la textura del dolor, descubriendo la insignia de la fiebre o el primer síntoma del crecimiento humano. Luego el descubridor desconocido, el hombre que viajó por tus venas o denunció un viajero enmascarado en el sur o en el norte de tus vísceras, el temible hombre con su ojo, descuelga su sombrero, se lo pone, enciende un cigarrillo, y entra en la calle, se mueve, se desprende, se reparte en las calles, se agrega a la espesura de los hombres, por fin desaparece como el dragón, el diminuto y circulante monstruo que se quedó olvidado en una gota en el laboratorio. *** Pablo Neruda * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - * - *