Tenemos la alegría de nuestras alegrías
y también tenemos
la alegría de nuestros dolores
porque no nos interesa la vida indolora
que la civilización del consumo
vende en los supermercados
y estamos orgullosos
del precio de tanto dolor
que por tanto amor pagamos.
Nosotros
tenemos la alegría de nuestros errores,
tropezones que muestran la pasión
de andar y el amor al camino,
tenemos la alegría de nuestras derrotas
porque la lucha
por la justicia y la belleza
valen la pena también cuando se pierde
y sobre todo tenemos
la alegría de nuestras esperanzas.
En plena moda del desencanto,
cuando el desencanto se ha convertido
en artículo de consumo masivo y universal
nosotros
seguimos creyendo
en los asombrosos poderes
del abrazo humano.
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