Un mandala te invita a ordenar tus sensaciones si es simétrico.
Sería: en el centro, tus prioridades.
Alrededor, tus afectos.
Por la periferia, las cotidianeidades.
Si a la intención sumamos la sensación de agradecer al universo mágico lo que ya tenemos (no importa si nos parezca que lo merecemos o no), se va logrando el equilibrio entre la reparación de lo que precisamos sanar en nosotros mismos, y la confianza de tomar el control de nuestra vida y recorrer el camino que realmente queremos recorrer.
Para sentir y pensar un poco...
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